
Honestamente, pienso que actualmente existe una sequía de palabras. Si uno es observador, se dará cuenta de que la flexibilidad verbal ya no existe, estamos ceñidos a una rigidez impuesta por vocablos traídos de lugares extraños, impensados. Vivimos invadidos de piratas temáticos, que repiten y repiten aspectos de una misma situación, en resumen, estamos rompiendo el vestido de la narrativa.
Y es que en las palabras ya no hay justicia; las hemos gastado en conversaciones bondadosas que terminan en bocas chismosas. Todos estamos destinados a malograr la palabra; a convertirla en algo banal, a menos que consideremos rescatarla.
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