domingo, 19 de octubre de 2008

Siempre presente.

Te he visto a los ojos tres veces en mi vida:
Estuviste a los pies de la cama de mi abuela hace veinte años, la cubriste con tu manto y le cerraste los ojos, fuiste compasiva pero implacable.
Lanzaste por la ventana a Liliana; echaste por la borda secretos que lastimaban su cuerpo y el futuro de un ser luminoso.
Visité la oscuridad de tu reino de forma breve, pasé cinco días habitando la oscuridad de un cuarto de hospital inconsciente, navegando entre la línea del mundo imaginario y el real.
Por un momento pensé que después de todo esto me importaría poco tu irremediable presencia al final de mis días, sin embargo tiemblo al oir tu nombre.
Al final, solo tú tienes la última palabra, soy el siervo que obedece tu mandato, y acudiré a tu llamado justo como lo hace todo el mundo: con mis experiencias en una mano, y con mis omisiones en la otra. Seremos uno al fin, me quitarás el miedo y tendré quietud.

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